Lo que sea, pero es de noche, tarde y estoy con el estómago vacío. El sanguchito del mediodía es un recuerdo ya tan lejano...
Me subo al colectivo , saco boleto, tengo para elegir el asiento que prefiera. Me pongo los auriculares y comienza mi regreso.
Arranca el bondi. Y con él, también la visualización del plato que me espera en casa. Me relajo y me dejo llevar por la imaginación: llegando, comiendo, la duchita, la cama, la gloria!!!
Pero, qué sorpresa! El colectivo no avanza según la velocidad normal que se espera... no... algo pasa, capaz que el semáforo de adelante está en rojo, entonces para qué va a acelerar... Estiro el cuellito, y para mi asombro, la luz está en verde.
Y pasan las cuadras, y el colectivo sigue despacito su marcha... Y no quiero pensar lo peor, no, yo sigo aferrándome a la idea, al anhelo de atravesar la puerta de mi hogar, no quiero soltar ese pensamiento de que en cualquier momento, ya, estoy llegando.
Continúa el viaje, pleno Cabildo y una manada de loquitos en rollers nos pasan.
Y no es que nos pasan en un semáforo... nos pasan por al lado, mientras el colectivo está andando... unos cuatro o cinco vagos con los pies enruedados... y lo más lindo, es que jamás los alcanzamos!!!
Y es ahí, en ese preciso instante, que toda esa ilusión magnífica que me mantenía viva a esa hora, esa esperanza de llegar temprano, desaparece con esta realidad abrumadora:
EL MALDITO BONDI ESTÁ ADELANTADO.
Primer impulso: Tirarle un cascote en la cabeza al colectivero y pisarle el pie en el acelerador.
Realidad: Auriculares en oídos, música tranqui, siesta. Espero no pasarme.
.LA BONDIVENGADORA.
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